La Cumbre Iberoamericana es foro para diálogo y negociación. La norma jurídica internacional de no intervención en asuntos internos de los Estados no debe violarse. Pero durante la edición 28 de esa Cumbre, el sábado en la capital dominicana, vimos al presidente de Chile Gabriel Boric saltarse la diplomacia: en su discurso denunció la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua. Como era de esperarse, el delegado nicaragüense rechazó el ataque cuando le tocó hablar; exigió “respeto” para su país. Bueno, Chile no faltaba a la verdad con su cuestionamiento; eso fue moralmente correcto. ¿Tolerar gobiernos antidemocráticos que encarcelan o destierran a los opositores, como el de Nicaragua ahora?

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