Supuestamente la ruptura entre el Nobel de Literatura peruano-español Mario Vargas Llosa y la socialité filipino-española Isabel Preysler fue cosa de fidelidad del escritor consigo mismo. Esa relación le fusionaba con la “civilización del espectáculo”, la actual banalización de la cultura, decadente y enajenante, que él denunció y cuestiona. Vargas Llosa reaccionó; se abstrajo y retomó principios, y la sensatez llama a imitarle. Temas como el lío Shakira-Piqué y otros igual de intrascendentes, no deberían ser los más atractivos y seguidos masivamente, como ahora sucede. Particularmente en nuestro lar, la politiquería es de costumbre suficiente espectáculo para mantenernos distraídos de nuestros reales males. Más para qué.

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