Todos sabemos que emociones tienden a dictar nuestra dieta y típicamente estrés, ansiedad, enojo, depresión, soledad, nos hacen rechazar las elecciones alimentarias saludables. Inducen al comer hedonístico: alimentos altamente procesados, salados y grasientos, dulces, y otros. Hay un complejo mecanismo tras eso, determinado por neurotransmisores asociados a buen ánimo: serotonina, dopamina, norepinefrina, ácido gamma-aminobutírico (Gaba), óxido nítrico. Lo interesante es que la alimentación balanceada fomenta adecuados niveles de esos químicos cerebrales, mientras que la mala alimentación provoca sus desequilibrios. Entonces, se forma un círculo vicioso cuando para sentirnos bien comemos lo que nos hace mal. Ni hablar de lo que significará para nuestro peso y salud general.

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