La primera experiencia Latinoamericana con voto parlamentario preferencial es la peruana y desde entonces esta modalidad, que nosotros iniciamos en 2002, primero administrativamente y luego por ley (157-13), es cuestionada, pues pese a su ventaja participativa para el electorado, connota secuelas graves para la democracia: fracturación de los partidos; campañas más costosas; imponerse los candidatos que más dinero tienen. Estos perjuicios son ya un hecho en nuestro caso, tristemente. Otra consecuencia indeseada también es la menor representación femenina en el Congreso. Me encantó elegir mi diputado; luego mi senador; abogué por eso. Pero vistos sus daños, el voto preferencial ahora parece conquista pírrica. El problema no es su implementación con los regidores, sino él en sí mismo.

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