Aquellos que desde una óptica definitivamente ligera y superficial han estado observando como una cuestión más de dimes y diretes el conflicto entre los partidos políticos y la Junta Central Electoral por el activismo y la propaganda proselitista a destiempo, no alcanzan a darse cuenta de su dimensión y del peligro que esto representa a menos de un año para las próximas elecciones. El caso se ha agravado porque no parece existir una salida consensuada. Con un órgano de comicios cuestionado y una dirigencia partidaria rebelde, el panorama es para preocuparse. En medio de esto hay que pensar en preservar la paz social, la democracia y la estabilidad política.

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