La realidad de los generosos “fondos para ayuda social” que reciben los legisladores (“barrilito” y “cofrecito”) es que son simples sobresueldos, que vienen a ser incentivos para que gente sin vocación de servicio se meta a legislador. De suprimirlos, se haría menos atractivo ser legislador, razón para que gente sin vocación de servicio real no se vea tentada a perseguir un escaño. Parece imposible que los legisladores renuncien voluntariamente, como cuerpo, a ese privilegio; pero juegan con fuego. El país ha cambiado, la sociedad está más empoderada ahora para exigir nueva política y el clientelismo no ganará por siempre. Sabia, Milagros Ortiz Bosch en elCaribe recientemente: “Los legisladores que no escuchen al pueblo perderán en 2024”.

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