No “trece” pero como quiera, martes, y, en cumplimiento de la leyenda, sucedió antier grave evento de plomería que ponía fin a prolongada racha de buena suerte mía en esa intrincada, interminable materia del mantenimiento casero. Temperatura extrema en un calentador de agua resultó en ruptura del tubo de alimentación. Corriendo desde dentro del techo del primer piso, el agua, incontenible, inundó casi toda mi vivienda rápidamente. A las dos horas de la avería llegó finalmente el plomero, individuo relajado, de ingresos quincenales mínimos por los RD$80 mil. “Tenía mucho tiempo sin llamarme, Claudia, creía que sería que se había casado”, me dijo, mientras analizaba el desastre. Otro comentario de “marido como solución” sumado a la lista.

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