Según dice una canción de Cortijo y su Combo, después de muerto no se puede gozar. El tema de esa “guaracha” de hace varias décadas está presente ahora en el debate sobre la pertinencia o no de los recursos “extra” que se reparten o distribuyen entre senadores y diputados bajo diferentes denominaciones y cuya finalidad es a todas luces mantener “vivas” las aspiraciones de los titulares de las curules para posteriores torneos electorales. Parece que la labor social de los congresistas es más costosa que la propia función legislativa. Por esa onerosidad ya hay montada una campana que busca la eliminación del barrilito y otros incentivos. Pero los legisladores saben que para estar vivos políticamente, el clientelismo es su garantía, y su oxígeno.

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