Dos hechos simultáneos hablan mal de la calidad de nuestros congresistas y se ratifica la percepción de que son sello gomígrafo. Primero se enfrascan en una carrera loca, contra viento y marea, para aprobar en la actual legislatura el Código Penal y, de repente, cuando el Ejecutivo dice se debe estudiar a fondo y buscar un mayor consenso, se desdicen y cambian de opinión. Lo segundo es validar, contraviniendo sus propias reglas, que la juramentación sea trasladada al Teatro Nacional, invocando el capricho “del elevado número de invitados nacionales y varios internacionales”. Al proceder sin cabeza propia, diputados y senadores dan vigencia a la décima de Juan Antonio Alix: “Para a un Congreso ir/solo hay que saber decir/corroboro, corroboro”. Los veremos en autobuses llegar al teatro como un invitado más.