Ángel Hernández, ministro de Educación, dijo sentirse avergonzado por la muerte de Esmeralda Richiez, porque sus padres confiaron su educación a la escuela pública y un docente abusó de ella y provocó su muerte. “La Justicia que haga su trabajo”, concluyó, pero se quedó corto porque la sanción judicial vendría siendo un tercer nivel en el caso de la adolescente, ya que las raíces de que algo tan horrible ocurriera son más profundas y tocan también a la escuela y al hogar, antes que a la Justicia. Debiera el ministro cuestionarse por qué no hay educación sexual en el currículum educativo. Incluso, ha ocurrido en su gestión la derogación, como para que el estudiante no conozca y siga ignorante, de la Orden 33-19 sobre igualdad de género en las escuelas.

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