Las muertes de tres jóvenes en Ocoa, Santiago y el Distrito Nacional, luego de haber sido detenidos, esposados y llevados a cuarteles policiales, reconfirman que pervive el esquema de los excesos y el del policía reactivo desvinculado de la ciudadanía; que todavía tiene vigencia la policía del “tránquenlo”. Pero lo alevosa de estas muertes no debe llevar a la generalización de que todo policía es malo o a que la institución entera no sirve. Estas muertes no son la norma general. Como en todo conglomerado humano masivo, ahí dentro hay gente mala y gente buena, por lo que quizá ayude más a su fortalecimiento que la sociedad apueste por los policías buenos y por los programas, herramientas y procesos de reforma que contribuyan a su modernización.

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