Luego de que los diputados aceptaron el pedido del Ejecutivo de retirar el proyecto de reforma fiscal, aparecen dolientes que lloran a ese muerto hasta con jipío, y dicen que era muy bueno para solucionar problemas esenciales del país, aunque valdría recordarles a los que guardan el luto que si murió en soledad no fue por bueno. Ahora resulta para sus deudos que el culpable y hasta estúpido es el pueblo por no justipreciar sus supuestas bondades. Una sugerencia para esos dolientes es que pasen la página, como hizo Abinader, y que al ritmo del merengue de Guandulito ¡Váyase en paz!, dediquen tiempo a generar consensos para lograr la tan necesaria reforma fiscal, que pudo haber sido, pero que esta vez no fue por mal concebida, maliciosa y desproporcionada.