En el pasado a las sociedades no les parecían adecuados los exhibicionismos, que se mostrara más allá de lo necesario. Se hablaba de exhibicionistas, o en términos más criollos, figureros. Apenas se les toleraba a los artistas. Tampoco eran gratos los ostentosos. La vida llana, nada siquiera parecido a la consagración, era la norma. El boom de las redes se llevó todo eso. La tendencia es mostrar. Exhibirlo todo, y entre las damas, los mejores atributos. Puede ser, incluso, buen negocio. Los perfiles superan el estrellato, y los cambian con frecuencia inusitada, nuevo look, peinado o lo que fuese. Y ni hablar de los detalles más íntimos. Hay que mostrarlo todo, o somos infelices.

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