La semana pasada los miembros de la Junta Central Electoral recibieron, por separado, la visita de cortesía de la Encargada de Negocios de la Embajada de Estados, Patricia Aguilera, y de la cúpula completa del empresariado agrupado en el CONEP. Eso de “visita de cortesía” se lee así: fueron a dar apoyo, a respaldar, como lo había hecho ya la iglesia católica en su carta pastoral del 21 de enero. Han sido muchas las entidades de la sociedad que se han pronunciado en forma similar. El mensaje es claro: los poderes fácticos, con su capacidad de presionar e influir, están hablando a favor de un certamen electoral justo y transparente, y para que el veredicto de las urnas sea escrupulosamente respetado por todos. Y cuando se dice todos, es todos.

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