Pocos recordamos ayer el Día de San Andrés, y una mayoría ignora que existe una fecha que se disfrutaba con fiestas, jugando con agua, harina, polvo talco y hasta tirando huevos. Es una tradición de las tantas que se han perdido, en cuya desaparición influyó su degeneración en agresiones y desmanes. Así como San Andrés son muchas las costumbres que hemos echado al olvido; y todavía peor: poco a poco perdemos nuestra idiosincrasia al enterrar tradiciones y asumir patrones extranjeros con historiales que nos son ajenos. Contemplamos impasibles cómo desnaturalizan lo que es nuestro y somos absorbidos por otras culturas y se suplanta lo autóctono por lo foráneo. A ese paso el pueblo corre el riesgo de perder también la identidad con su origen. No es por nada, pero ¡Caramba!

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