La provincia cabecera de la fértil campiña cibaeña camina a ser la de mayor abstención de las elecciones (52%). En febrero Santiago fue el municipio de mayor abstención (67%), por lo que valdría indagar a qué se debe la apatía de la gente de un lugar que en los últimos cuatro años ha sido una especie de tacita de oro para el Gobierno, con esmerada atención y cuyo empresariado se desborda en elogios porque dice que ahora sí está siendo atendida la provincia en proporción a sus aportes a la economía nacional. Pasa algo que será materia de los expertos pero, de entrada, una de dos: o los beneficios de la inversión y la atención no se derraman hacia la población, o el santiaguero se “jartó” de su clase política.