El estrés en la cadena de suministros de las materias primas para la producción de alimentos y el aumento en el precio del petróleo retrotraen al panorama nacional los años finales de la década del 90, cuando se hablaba con insistencia de la importancia de desarrollar una política se autosuficiencia alimentaria.
El tema resulta vital porque estaba en ciernes el plan para la firma del Acuerdo DR-Cafta, que preveía el fin de las barreras arancelarias para los países involucrados.

Asimismo, cobraban impulso las ideas de la globalización y la apertura de los mercados y decidir qué productos debían ser protegidos en atención a los intereses nacionales y muy particularmente, por el impacto en la alimentación.

Mucho antes, se hablaba de la importancia de producir con pesos los bastimentos que consumen los dominicanos. E igual se hablaba de la especialización de los mercados. ¿Para qué enfatizar en cultivar determinados rubros si por la magia de la globalización y la apertura de los mercados podían obtenerse a precios más competitivos en otros países?

Parecía importante determinar en cuáles casos podría ser prudente abrir el mercado y en cuáles mantener una política de abierta protección a productos esenciales en la dieta dominicana.

La tendencia ascendente en los precios de productos elaborados con materia prima importada obliga a volver la mirada a aquel debate.

Se podría pensar en el arroz, que se cultiva aquí con algún nivel de eficiencia, pero no tan competitiva frente a los sembradores de otras naciones. Sin embargo, la cultura generada por ese alimento trasciende por el papel que desempeña en la economía agrícola y en la mesa criolla.

Pero hay situaciones más complicadas. El maíz, que junto con la soya y otros insumos, deciden la suerte de la ganadería, porcicultura y la avicultura. La leche, los huevos y las carnes de pollo y cerdo, están muy asociadas a esos insumos.

La República tendrá que depender de la soya, pero tiene posibilidades de aumentar su capacidad para producir maíz, de modo que el volumen y el costo de importación no resulten tan altos. El sorgo es una posibilidad para la alimentación animal.

En pocas palabras, el gobierno debería pensar seriamente en promover alternativas viables para disminuir el nivel de dependencia de esos rubros con la divisa puesta en fortalecer la seguridad alimentaria.

Posted in Dan de qué hablar

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas