La palabra “sí” es simpática, pues muchas veces significa que asentimos, que estamos de acuerdo. El decir que sí se nos hace más fácil, pues no conlleva rupturas, ni cuestionamientos. De hecho, es nadar en la misma dirección.

En cambio, al decir que “no” como mínimo condicionamos nuestra posible acción o participación en cualquier asunto. En ocasiones, el decir que “no” es una manera de avanzar moral e intelectualmente. Aquellos, que contrario a una mayoría complaciente, se niegan a aceptar pensamientos y conductas prevalecientes abren el camino a una reflexión de quienes somos y cómo debemos actuar. Tomando en cuenta que la vida está escrita de manera engorrosa, muchas de nuestras decisiones se convierten en verdaderos dilemas, pues los beneficios derivados de lo que hacemos podrían estar ligados a un daño a otros.

Siendo así, decir “sí” o “no” tiene consecuencias morales, con relación a nuestras personas y, lo que es más importante, con relación a los otros. Asimismo, agrega un grado de complejidad a nuestras decisiones, pues nos obliga a considerar todas las posibles consecuencias. No cabe duda que aquellos que hacen daño, tanto a sí mismos, como a los otros, comienzan por no tomar en cuenta a los demás. El dilema que planteamos ha quedado palpable con las nuevas tecnologías de los “drones”. Estos dispositivos ayudan a descubrir lo que pasa en una determinada localidad, cuyas imágenes trasmiten a operadores que pueden estar a cientos de kilómetros de distancia. Pero lo que hace moralmente complejo operar dichos aparatos es que están diseñados para destruir. Es decir, unos operadores y sus superiores podrían tomar la decisión de destruir un caserío. Si sus habitantes fueran representantes de la personificación de la maldad, las objeciones y cuestionamientos serian manejables. Pero si estos sujetos están rodeadas de personas inocentes, para aquellos que tienen conciencia, la agonía de decidir “sí” o “no” está servida. Esto así, pues los operadores jugarían el papel que los hombres a lo largo de la historia han otorgado a seres divinos, o mejor dicho, a seres que trascienden nuestra miserable humanidad.

El decidir cómo actuar, en otras palabras, el decir “sí” o “no”, se convierte en una decisión de verdadero peso moral para el que la toma. Eso así, pues se decide a distancia sobre las vidas de personas que desconocemos, cuyas costumbres e idioma quizás no comprendemos, que simplemente se nos informó que eran el “enemigo”. ¿Y si esos informes no resultasen ser verdaderamente fiables Lo que parecía ser una nueva práctica de guerra a distancia, que se suponía debería dejar menos secuelas físicas en por lo menos unas de las partes involucradas, ha dejado en muchos, verdaderas secuelas sicológicas, con un sentimiento de culpabilidad que les ha resultado difícil vencer.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas