Ante el anuncio formal de que se ha escogido un lugar para la disposición final de los desechos sólidos que produce el municipio de Santo Domingo Este, el cual es el municipio más grande de todo el territorio nacional, y que sólo se espera que la Sala Capitular autorice el uso de suelo, se impone recordar que históricamente las alcaldías de todo el territorio nacional han escogido lugares para la disposición final de los desechos sólidos en función del lugar más cercano a un río, a los fines de que alguna crecida del río, generada por intensa precipitación pluvial, se lleve el cúmulo de basuras hasta algún lejano lugar, o se escogía algún solar baldío que alguien donara a la Alcaldía, pero sin hacer un estudio hidrogeológico que formara parte de un amplio estudio de impacto ambiental que garantizara que la solución final no se convertiría en un grave problema ambiental que luego sería difícil de solucionar.

Sin estudios hidrogeológicos y ambientales se escogió el lugar para el vertedero de basuras de Duquesa, en Santo Domingo, cerca del río Isabela; el lugar para el vertedero de basuras de Rafey, en Santiago, cerca del río Yaque del Norte; el lugar para el antiguo vertedero de basuras de Mao, cerca del río Mao; el lugar para el vertedero de basuras de Cofresí, en Puerto Plata, cerca de playa Cofresí; el lugar para el vertedero de basuras de Soto, en La Vega, cerca de la cañada Medranche que drena hacia el cercano río Camú, el lugar para el vertedero de basuras de Bonao, cerca del río Yuna, en las vecindades de Falcondo; el lugar para el vertedero de basuras de Cotuí, cerca del río Yuna; el lugar para el vertedero de basuras de Villa Altagracia, cerca del río Haina, y así sucesivamente hasta completar cerca de 300 vertederos de basuras, todos a cielo abierto, distribuidos en todo el país, los que entre todos reciben cerca de 4 millones de toneladas de basuras anualmente, porque cada persona produce 1 kg de basura al día.

Pero en un país donde el promedio de lluvia anual es de unos 1,550 milímetros por cada metro cuadrado, lo más natural es que se generen lixiviados tóxicos que degradan las aguas superficiales cercanas, y las aguas subterráneas cuando se trata de un subsuelo poroso y muy permeable, como lo confirmamos hace unos 3 años al analizar, para el ministerio de Medio Ambiente, el contenido de coliformes totales presentes en los lixiviados del vertedero de basuras de Duquesa, donde el número más probable (NMP) resultó ser 160,000,000,000, cuando la norma dice que no debe ser superior a 1,000, lo que indica que altísimos números de coliformes fecales, sumados a la falta de alcantarillados sanitarios, han convertido a nuestros ríos, arroyos y cañadas en cloacas urbanas que transportan basura, lixiviados y excrementos con bacterias que ponen en peligro la salud del pueblo dominicano, lo cual, si bien es cierto que es muy grave, se empeora cuando vemos que en el municipio de Santiago Oeste utilizan el canal Ulises Francisco Espaillat como vertedero informal de una parte importante de la basura municipal que la gente no quiere enviar al cercano vertedero de Rafey, lo que indica que parte importante de la producción de arroz, de bananos, de plátanos, de yuca, de tomates y otros productos básicos de nuestra dieta se están produciendo y manejando con aguas contaminadas.

Y es que la mayoría de nuestros 300 vertederos a cielo abierto tienen como excusa, parcialmente aceptable, el hecho de que cuando esos emplazamientos fueron escogidos por las alcaldías todavía el país no contaba con la Ley Ambiental 64/2000 que regula el uso de suelos para el vertido de desechos sólidos y líquidos, y que protege a los cuerpos de agua, especialmente cuando se trata de cuerpos de agua utilizados para consumo humano y para riego agrícola, lo que indica que al revisar la calidad de las aguas de nuestros ríos, arroyos, cañadas y canales, lo que se encuentra es espantoso, sumamente espantoso, pero nadie quiere asumir culpas porque todos sabemos que diariamente descargamos nuestros inodoros hacia las aguas subterráneas, o hacia cañadas vecinas, y sabemos que enviamos nuestras basuras diarias hacia vertederos a cielo abierto que contaminan aguas superficiales y aguas subterráneas vecinas, y preferimos buscar chivos expiatorios, como la minería, para así ocultar nuestras graves culpas ambientales personales, y quien tenga alguna duda sólo tiene que visitar en Santo Domingo la cañada del Diablo, la cañada de Bonavides, la cañada del Arrozal, la cañada de Guajimía, la cañada de La Puya, la cañada de Los Ríos, el río Lebrón, y muchas otras fuentes de contaminación, estimándose que el Gran Santo Domingo diariamente produce 250 millones de galones de aguas cloacales que degradan nuestras aguas, o ir a Moca y visitar el río Moca.

Escoger un lugar para la disposición final de los desechos sólidos en el municipio de Santo Domingo Este requiere de amplios y profundos estudios hidrogeológicos que incluyan mediciones de porosidad, pruebas de permeabilidad, perfil estratigráfico detallado, profundidad del acuífero y sentido de flujo, para garantizar que no se aumentaría la ya alta carga de contaminantes bacteriales que diariamente llegan a nuestras aguas subterráneas y superficiales.

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