Ella es una mulata de sonrisa fácil, ojos grandes y caderas anchas que llegó a un país desconocido solo con un diploma de manicurista obtenido en un instituto del barrio, pero eso no la detuvo para montar un modesto salón de belleza porque sabía de antemano que tenía una clientela asegurada entre sus compatriotas para quienes estar bien arregladas es un asunto de primera necesidad, prácticamente como la alimentación.
En su país de origen tenía un empleo decente que le permitía subsistir, pero, como dependía de una institución gubernamental y hubo un cambio de gobierno, hizo sus maletas desde hace años en la búsqueda de nuevas oportunidades. Se fue llevando a su familia poco a poco, incluso, a su pareja que cuando se vio a sus anchas se descarrió, por lo que tuvo que dejarlo en el camino porque ya era un pesado lastre que solo le daba mortificaciones y gastos. A pesar de los desengaños, ella seguía avanzando hacia una mejor calidad de vida, sabiendo que mientras tuviera unos buenos brazos y piernas, a los suyos no les faltaría nada.
Con el paso del tiempo se fue habituando a su nueva realidad y detectó otras como ella con la facilidad con que se integran los latinos que comparten la misma situación, contagiados de nostalgia y repletos de esperanzas para avanzar con optimismo porque las lágrimas no pagan facturas. Conoce a todos lo de su cuadra porque la lejanía los hace cercanos, convirtiéndolos en hermanos circunstanciales que no dejan de estar pendientes de lo que ocurre en su terruño (a veces están más enterados que los de dentro); sufre los velorios a los que no ha podido asistir y las bodas que no ha podido celebrar.
Le han ofrecido trabajos que ni en sus peores pesadillas realizaría de donde viene, pero prefiere mantener su emprendimiento porque, más vale ser cabeza de ratón que cola de león, aspira a expandirse porque, si pudo llegar hasta ahí, puede con todo. Agradece todos los días estar viva y mantenerse a flote, ahorra cuanto puede porque su sueño es volver triunfante a su pueblo e instalarse en una casita cuando se retire. Se debate entre dos mundos, del que se marchó y el que la recibió, aunque, si de algo está segura, es que la patria se deja, pero no se olvida.