Los accidentes de tránsito son un gran problema para la República Dominicana. El elevado número de muertes y lesiones que suceden cada año en carreteras, caminos, calles y avenidas hacen de esos trágicos sucesos la mayor y más letal epidemia que afecta al país.

Esa elevada y trágica ocurrencia de accidentes de tránsito coloca al país en un no envidiable segundo lugar del ranking mundial de muertes.

Por esa posición liderando estadísticas de tragedias, cualquier medida oficial que se tome para disminuir esa pandemia debe ser vista, acogida y apoyada como una vía para el país eludir ese nefasto galardón que no ha buscado pero sí ha ganado, tal vez por condiciones ligadas a la permisibilidad con que se ha manejado el cumplimiento de las regulaciones de tránsito.

El compromiso asumido el pasado jueves por República Dominicana ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) de reducir al 50 por ciento las muertes y lesiones causadas por accidentes de tránsito, en el período 2021-2030, es una buena decisión.

En un país donde los accidentes de tránsito son la principal causa de muerte, plantearse una reducción del 50 por ciento en un plan decenal es importante, aunque podría verse como una meta conservadora. Pero en un escenario de tan elevado grado de siniestralidad vial, plantearse una reducción más amplia podría ser hasta una quimera.

De ahí que el compromiso reiterado ante la ONU por el país, a través del ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, Deligne Ascención, representa un buen recordatorio, para que autoridades y población tengan presentes el peligro que acecha en las vías públicas.

Un reportaje publicado precisamente el pasado jueves por elCaribe puso en el tapete nueva vez la peligrosidad de la principal autopista del país, la Duarte, en cuyo trayecto de Santo Domingo a Santiago hay tantas cruces que parece un sendero de un cementerio. Son símbolos colocados en lugares donde se han producido muertes por accidentes.

En el reportaje también se reflejó el elevado número de cruces viales construidas irregularmente por particulares. Esas construcciones tienen vínculos con la alta siniestralidad de esa vía.

Al margen de la alta propensión de accidentes de esa autopista, en las vías terrestres dominicanas se necesitan medidas que disminuyan los accidentes. El compromiso asumido por el país debe ser el punto de partida para controlar esa peste. ¡Enhorabuena!

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