El 4 de noviembre se celebra el Día de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), organismo especializado cuya creación marcó el compromiso de mejorar la calidad de vida de las personas y promover la paz, mediante la cooperación internacional en el ámbito educativo, cultural, comunicacional y de la ciencia.

Aunque en sus orígenes fue un organismo de mucho peso mundial en el apoyo a la infancia en los países que habían pasado por la II Guerra Mundial, y aunque sus ambiciosos objetivos se mantienen en pie como propósitos ideales para mejorar el mundo, la Unesco es actualmente un organismo multilateral más, con escasas posibilidades de controlar que efectivamente se apliquen sus políticas y recomendaciones.

Su actual directora general es la francesa Audrey Azoulay, que ocupa el cargo desde 2017. La organización cuenta con cinco redes y nueve institutos.

La Unesco ha afrontado, en los últimos treinta años, una serie de desafíos que tienen que ver con la modernización de sus diferentes instancias, a lo que se suman las polémicas que han generado sus planteamientos respecto al control de los medios de comunicación por parte de algunos estados, como también la incorporación de Palestina, entre otras situaciones que generaron controversias.

Pese a esto, esa vigorosa estructura continúa subsistiendo y sus aportes a la educación en general, a una convivencia pacífica y su trabajo por rescatar el patrimonio cultural y los valores intangibles de las diferentes culturas continúa, y es importante para el mundo.

La gestión de la Unesco sirve también como punto de referencia, sobre todo en cuanto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible que la humanidad debería alcanzar en 2030.

En un planeta donde los países deudores recortan presupuestos educativos para pagar los intereses de la deuda externa de países acreedores, es cada vez más difícil para los sectores vulnerables alcanzar una educación de calidad, una situación que la Unesco solo puede señalar porque no tiene poder para modificarla.

De todos modos, la mayoría de los objetivos de la Unesco, como erradicar el analfabetismo, no excluir a la población infantil de la Educación Básica, salvaguardar el patrimonio cultural y preservar tradiciones culturales, fomentar el pluralismo en los medios de información, promover la libre circulación de las ideas, son imperativos que el mundo haría bien en atender.

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