Nueva vez el tema de la reforma constitucional con el único propósito de adecuarla para una posible reelección presidencial aparece en el escenario, lo que reitera la percepción circular de la realidad criolla. Es también un reflejo del grado de respeto que se tiene a los preceptos instituidos en la carta fundamental.

La situación permite recordar que la mayoría de las reformas constitucionales han estado muy marcadas por el predominio de una fuerza política en el escenario nacional. Se las vincula al interés singular de acomodar las condiciones para una potencial reelección presidencial. Más del 90% de las reformas de la Constitución dominicana se han originado en ese propósito.

Ahora, justo cuando se conmemora el 173 aniversario de la Constitución, resulta difícil determinar la conveniencia de esta discusión. Si se origina en un interés de los sectores reeleccionistas, que fluctúan en atención a la coyuntura, precipitar ese debate podría ser imprudente, toda vez que el gobierno no se repone del más reciente estremecimiento por los escándalos de corrupción. Asimismo, sería distraerlo del propósito de gobernar, porque apenas acaba de cumplir el primer año de este período.

A la oposición, porque le permite atacar el supuesto propósito, tampoco le vendría distraerse en ese barullo. A fin de cuentas, en cualquier circunstancia un propósito como ese va a estar muy influenciado por el temperamento nacional, por la aprobación o rechazo que la administración pueda suscitar.

Siempre será edificante abogar por la permanencia de una Constitución que fue reformada profundamente en 2010, la más importante y consistente desde hace más de 50 años, reforma que todavía no se completa porque un paquete de iniciativas legislativas asociadas a la misma no se han realizado. De hecho, parecería que sectores del partido dominante son renuentes a llevarlas a término.

En consecuencia, una discusión sobre otra reforma constitucional para restaurar la reelección para favorecer al actual mandatario, ahora podría resultar pura distracción para todas las partes. Para el gobierno y su partido, en el cual genera fisuras, y para la oposición, que debe concentrar su foco en fortalecerse y profundizar las críticas a los desatinos del gobierno.

Estamos ante un debate inoportuno.

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