Este 72 aniversario de elCaribe nos llega en un momento muy doloroso para la República Dominicana y el mundo, arrodillado por un coronavirus que ha modificado la vida como la habíamos conocido, y con ella, el ejercicio de la profesión de periodista.

Difíciles circunstancias vivieron quienes en el correr de 72 años formaron parte de esta institución, y cada una marcó la época, como la revolución de abril de 1965, y los sucesos posteriores que impactaron sus operaciones.

Si bien en esos días los diarios se vieron imposibilitados de circular, porque hubo factores materiales que lo impidieron, ahora, en medio de una pandemia que sólo tiene un precedente parecido en la gripe o la influencia española de 1918, que azotó a la humanidad, con millones de personas fallecidas, hoy persistimos en cumplir la misión.

Hoy, si bien nos encontramos con la incómoda realidad de un nuevo coronavirus que provoca una enfermedad contagiosa denominada COVID-19, y que ya ha provocado la muerte de 118 mil 854 personas, con cerca de 2 millones de afectados en todo el mundo, no tenemos más alternativa que reafirmarnos confiados en que la humanidad sabrá superar esta mala hora.

Aquí en elCaribe hemos asumido la situación persuadidos de cumplir con el deber de informar a los ciudadanos lo que ocurre, a fin de que se entienda que hemos pasado de una latente amenaza a una tragedia nacional y global. Ya los dominicanos hemos contado dolorosamente 177 fallecidos y otros 155 en estado crítico en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), y más de 3 mil afectados por la enfermedad.

De modo que este 72 aniversario nos encuentra en medio del dolor de ver morir a la gente, drama al que también estamos expuestos.

No se trata de la crónica de lo que podría pasar, sino de lo que pasa cada día, sin mejor remedio que aceptar que debemos someternos tranquilamente a las recomendaciones del ministerio de Salud Pública para cuidar nuestras vidas.

Este 72 aniversario lo recibimos reafirmados en el cumplimiento del deber, y exhortamos a los dominicanos a mantenerse en casa como un acto de fe en la vida para ver años mejores.

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