De acuerdo con el reporte final de los resultados de las pruebas para detectar el coronavirus en las cárceles, 464 reclusos dieron positivo, lo que según la Procuraduría General de la República (PGR) representa el 1.7% de los 27 mil internos. La mayoría de los enfermos está en La Victoria (255) y el resto en los demás recintos.

Los prisioneros constituyen otro de los grupos más vulnerables a la enfermedad, por las condiciones en que se encuentran, totalmente infrahumanas. Las cárceles suelen estar abarrotadas, por encima de sus capacidades

Era más que previsible que las cárceles constituirían un foco inevitable de cultivo de la COVID-19. No había que esperar para actuar. Pero ya sabemos cómo somos y ahí están los resultados.

Quienes están más atentos a los internos han hecho distintas sugerencias para manejar de la mejor manera la situación. Las más recientes las hizo la Academia Regional Penitenciaria. Plantea liberar a los extranjeros y posteriormente deportarlos, siempre que no cumplan penas por crímenes de sangre, violencia intrafamiliar, lideren el crimen organizado o su liberación entrañe peligro para sus víctimas o sus familiares.

La organización también propone consideraciones especiales para enfermos en condiciones críticas, y para 400 que ya tienen órdenes de libertad, pero que por deficiencias administrativas, no han sido procesadas. Otros igual cumplieron las penas, pero no han reunido los recursos para pagar las multas o las indemnizaciones. Estos dos últimos señalamientos merecerían atención.

La academia penitenciaria agrega un paquete de sugerencias para mejorar la calidad de vida de los que seguirán encerrados, pero que por el distanciamiento social no reciben los beneficios de las visitas o los recursos que les pueden entregar sus familiares.

Esas ideas difícilmente encuentren eco. Los encarcelados siempre son objeto de rechazo social por las causas que los conducen a tal destino. La sociedad agredida entiende la prisión como un castigo, y como tal, debe cumplirse de manera cabal y hasta con dureza.

Se olvida que la prisión persigue la regeneración humana y la reinserción social. En prisión, los condenados siguen siendo lo que son. Pero esa realidad no los separa de su condición de seres humanos. Es cuestión de vida. Debe hacerse algo para evitar tragedias mayores.

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