Se conmemora hoy el Día Nacional de la Juventud, en honor a San Juan Bosco, que dedicó su vida a ser el mentor de huérfanos y de pobres y abandonados, y que llegó a formar grandes familias de jóvenes. En 1988, Juan Pablo II lo proclamó Padre y Maestro de la Juventud.

Es una fecha significativa porque enaltece una etapa de la vida de quienes debieran aprovecharla al máximo porque cuando se va no vuelve.

Es precisamente de Rubén Darío también aquello del divino tesoro; el tiempo en el que todavía se pueden recoger las piedras que han sido lanzadas, como reza el Eclesiastés, lo que encierra una gran verdad porque se tiene todavía la posibilidad de recapacitar y retornar sobre los propios pasos.

Es la edad de empezar a verel futuro de una manera más
seria para afrontar la realidad sin emotividades.

Es el momento de empezar a ser más racional y no desperdiciar el tiempo, sino de economizarlo.

Así como la adolescencia es una etapa en que la voluntad se mueve entre la espera y los ensueños, la juventud es el tiempo de la vida en que la razón se acerca a los grandes ideales, a los proyectos que pueden parecer inalcanzables pero que sin embargo una energía vital, vibrante como la vida misma, parece poner más cerca.

Ser joven es perder el miedo ante los desafíos, es estar dispuesto a emprender cualquier travesía con la propia voluntad como único motor y al mismo tiempo ser capaz de volver a empezar desde cero cuando se fracasa, porque la juventud es un tiempo de aprendizaje.

De nuestros jóvenes dependerá que, sin prestar oídos a los cantos de sirena que siempre buscan defender sus propios intereses, el país se encamine por un rumbo que en esencia esté basado en los principios de San Juan Bosco, al margen de la fe confesional que cada cual profese.

Nuestra exhortación a los jóvenes en esta fecha es que apuesten al estudio, al trabajo, al compromiso con el país y a construir un futuro mejor.

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