Estamos en campaña para elegir al Presidente y a la Vicepresidenta y a los legisladores. Es verdad que la Junta Central Electoral (JCE) lanzó la proclama formal, pero la realidad es que este período en nada se parece a una competencia abierta y libre por el poder.
Nadie ha podido ver el primer mitin político. Eso y las marchas o las caravanas están prohibidos por el Estado de emergencia a causa del coronavirus.

No están permitidas las reuniones masivas y las que se realizan deben cumplir con el rigor del “distanciamiento social”.

El debate o los debates electorales cara a cara nunca han sido parte de la cultura política nacional, de modo que si no se celebran complementan esta anti campaña política.

Hasta los afiches de los candidatos escasean. Las redes quizás lo hacen innecesarios, pero las vallas, aunque están permitidas, aparentemente han pasado de moda, lo que igual comporta como adecuado para una campaña que en nada guarda relación con la tradición.

No hay certeza de que las votaciones sean de verdad universales. Aunque la JCE dio su anuencia para organizarlas en el exterior, nadie puede asegurar que serán efectuadas en todos los países donde residen miles de dominicanos. La pandemia es un gran problema en todas partes.

Tampoco hay garantías de que los ciudadanos de más de 60 años se animen a concurrir a los centros de votación. Los protocolos por la emergencia recomiendan que se mantengan en sus hogares. ¿Qué tantos correrán el riesgo de acudir a las urnas? Hablamos de que quizás haya una alta abstención y hasta unas elecciones de minoría de los empadronados.

El Estado de emergencia no sólo acorta los tiempos de campaña, sino que se convierte en una ventaja para quienes lo administran.

Quedan los medios de comunicación, pero muchos son los límites para quienes carecen de suficientes recursos para financiar la publicidad.

Unas elecciones en un estado de excepción, ¿se pueden considerar como tales? Lo peor de todo es que muchos, incluidos los candidatos, no terminan de percibirlo en verdadera dimensión.

¿Son estas elecciones democráticas, participativas y libres? ¿Son las masas protoganistas? ¿Predominará la voluntad popular?
Inquietudes como estas obligan a pensar en el futuro…

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