Es la tercera vez que abordamos en este espacio la invasión rusa a Ucrania y lo hacemos con la misma premisa que nos distancia de los que, tras un fementido discurso de condena a Putin, juegan a la guerra y permiten que ésta perdure: Que hay que detener esa agresión por el único camino posible, el del cese del fuego y la negociación porque el agresor lleva, por mucho, las de ganar en el terreno militar.
No se puede, y por eso decimos que hay países que juegan a la guerra, condenar lo que consideran una masacre, mientras envían armamentos a Zelenski para continuar una confrontación desigual.

Incluso, el propio presidente ucraniano sacrifica a su pueblo con un discurso contradictorio, cuando increpa a Macron, por ejemplo, porque supuestamente Francia tiene la posibilidad de “parar la guerra” si convence a Rusia para que busque la paz, pero lo dice concomitantemente con el llamado a que le envíen más ayuda militar para enfrentar “la maquinaria de guerra rusa”.

Nuestro discurso no es incoherente como el de los que juegan a la guerra, porque propugnamos por la paz, sin dejar de condenar a los invasores y exigimos más sanciones económicas y de otro tipo, que es lo que ha posibilitado que Putin haya perdido la batalla más importante, la de la opinión pública mundial.

Hace más mal que bien al pueblo ucraniano decir un día que Zelenski ha logrado frenar al ejército ruso y que hasta le ha hecho retroceder en algunos frentes, para luego decir que es una masacre a la población indefensa.

La que se desangra y confronta todo tipo de privaciones es esa población, por lo que es imperativo esforzarse por el cese del fuego, ayuda humanitaria, envío de alimentos y abrir rutas para asimilar a los millones de refugiados.

Esos países que juegan a la guerra en el ajedrez geopolítico y de los intereses económicos, a la postre sacrificarán lo que sea y a quien fuere, hasta al propio Zelenski cuando ya no les sirva.
Esto lo repetimos sin dejar de condenar esta aberrante invasión.

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