Hace 180 años, un día como hoy, se promulgaba en San Cristóbal la primera Constitución dominicana que consagraba al Estado como una nación libre, independiente y soberana, bajo un gobierno esencialmente civil, republicano, popular, representativo, electivo y responsable, y expresaba que la soberanía reside en la universalidad de los ciudadanos y se ejerce por tres poderes delegados.

En este día de celebración, un hecho especial a ser resaltado es que acaba de ser reformada por cuadragésima vez, para introducirle modificaciones que el poder de turno consideraba importantes y, aparentemente, impostergables.

Conocer nuestra Constitución, como también la historia de sus modificaciones, significa estar conscientes de nuestros derechos y obligaciones, pero es también asumir un compromiso de vida con la identidad que nos define y defender en todo momento nuestra nacionalidad.

Cada ciudadano tiene que entender que, para llegar a ser el conjunto de artículos y reglas de convivencia con los que nos organizamos, nuestra Carta Magna se gestó en las luchas de los mejores hijos de esta patria para convertirla en una nación soberana, consciente de su futuro y segura de su destino, más el sello de identidad con el que nos presentamos ante el mundo como dominicanos, con todo lo que ello significa.

Si bien a lo largo de la historia abundaron los caudillos que intentaron convertirla en una justificación para perpetuarse en el poder, de ahí la mayoría de las reformas, la voluntad del pueblo que se alzó contra la represión consiguió que su espíritu democrático permaneciera incólume, sobre todo después de la tiranía trujillista.

Si hoy nos inclinamos con reverencia ante este nuevo aniversario, y después de la reciente reforma, quizá el mejor homenaje a la Constitución sería que la anunciada convocatoria del Consejo Nacional de la Magistratura, con su nueva conformación, evidencie que todo se haga de acuerdo con las normas y siempre con estricto respeto al debido proceso, de manera pública y de cara al país.

También que a partir de sus resultados se construya un consenso nacional, que solo será posible con transparencia y equilibrio en la selección.

Sería también una manera de escribir en la historia que desde ahora y para siempre nuestra Constitución está por encima de cualquier interés personal o de grupo y solo representa los mejores intereses de la patria.

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