No exageramos si afirmamos que el país se encuentra en este momento a mediados de marzo de este año, en lo que tiene que ver con la presencia de la COVID-19.

La diferencia es que entonces la gente ignoraba esa terrible realidad, o no la tomaba seriamente. Era el período previo al día de las votaciones del pasado 15 de marzo, y el gobierno vino a confirmarlo con la declaratoria de emergencia el día 18.

Se tenía conocimientos de algunos casos registrados y por confirmar, pero aún no se conocían todos los detalles ni la gravedad de la situación.

Durante esos días la gente continuaba en las calles, sin pleno conocimiento de que el coronavirus estaba entre nosotros, hasta la declaración del estado de emergencia.

Hoy andamos en la fase II de la llamada desescalada, es decir, del relajamiento de las medidas adoptadas con el primer decreto de declaratoria de emergencia.

En la fase II, el gobierno trata de encaminar a la Nación a la normalidad a la que todos aspiramos, después del largo peregrinaje de más de dos meses de restricciones que se asumían con el plan “Quédate en casa”. Ahora vivimos en la covidianidad.

Con las más variadas actividades productivas y de servicios en desarrollo, el transporte público en marcha, con la gente en la calle, la diferencia la pone que estamos enterados y se asume que conscientes de la amenaza activa.

Durante el período anterior, el gobierno hizo lo que entendió necesario en materia sanitaria y también capitalizó la emergencia desde una perspectiva política, en medio de un proceso electoral suspendido por los efectos de la pandemia.

De modo que la pandemia se convirtió en un fenómeno malvado para la población, pero oportuno para un relanzamiento del gobierno y para reposicionar al partido oficial y su candidato con la vista puesta en las elecciones del próximo 5 de julio, después de los resultados negativos de las votaciones municipales.

El valor de la emergencia para el ciudadano común fue la concienciación sobre la letalidad de coronavirus y los peligros que entraña.

Una nueva declaratoria de emergencia sólo tendría sentido para mantener vigente el toque de queda nocturno. Y nada más.

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