Reconforta haber visto durante el fin de semana que los organismos de protección civil estuvieron reunidos y hacían los aprestos preventivos necesarios ante los pronósticos de mucha lluvia por efectos de disturbios meteorológicos.
Se nos podría alegar que para eso están los organismos de socorro, por lo que disponer las alertas es su responsabilidad, pero cuando se razona de esa manera se termina por olvidar que la costumbre de antes era actuar con los fenómenos encima o después del palo “dao”.
Inclusive, resulta más que alentador observar la coordinación interinstitucional que exhiben esos organismos, más de una veintena que confluyen en el COE (Comité Nacional de Emergencias), con lo que nos muestran que están preparados para actuar, con protocolos establecidos, y nos dan la confianza de que existen condiciones favorables para afrontar el embate de cualquier fenómeno de la naturaleza, cuando la prioridad es la vida humana y evitar, en la medida de lo posible, daños materiales.
La peligrosidad del momento radica, según los partes del Instituto Dominicano de Meteorología (Indomet), en que se conjugan dos fenómenos que aportan humedad e inestabilidad en el territorio dominicano, y una amplia zona de baja presión en el suroeste del mar Caribe (“huracán zurdo”), con alto potencial para convertirse en depresión tropical.
Lo que complica el panorama es que desde hace varios días ha estado lloviendo, y la saturación de los suelos favorece inundaciones repentinas, crecidas de ríos, arroyos y cañadas y deslizamientos de tierra.
Se mantienen 25 provincias en alerta, y debido a que, en todo caso, sus pobladores serían los que corren el mayor peligro, el presidente Luis Abinader en persona, una capacidad de gestión que tampoco se debería pasar por alto, ha liderado reuniones con autoridades municipales y provinciales para disponer recursos, equipos e insumos que sean necesarios, así como el debido acondicionamiento de las infraestructuras.
Si las autoridades están haciendo su parte, solo resta que la población colabore y exhiba un comportamiento ejemplar y, claro está, que la naturaleza sea benigna ahora y con cualquier otro momento, dentro o fuera de la temporada ciclónica.
Esto significa que lo mejor es permanecer a resguardo, el mar no es un paisaje que se deba visitar para fotografiar el oleaje, ni tampoco pasear en carro por zonas inundadas, como hacen algunos “aventureros” improvisados.