Quizás porque estamos en el mes de noviembre, cuando se conmemora el 25 como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, observamos un incremento de la campaña por la vida, en medio de tantas agresiones que han dejado 85 víctimas fatales en lo que va de año.

Es como si estuviésemos contando el ayer, con la diferencia de que existe una más acentuada sensibilidad, pero tememos que todo esto sea pasajero. Hombres que marchan solidariamente por las mujeres, mensajes, proclamas y proyectos de diferentes instituciones públicas que compiten en el empeño como si no hubiese una voluntad común.

El Ministerio de la Mujer, la Procuraduría General de la República, organizaciones de la sociedad civil, etcétera, en sentida campaña contra los asesinatos de mujer. Obviamente, esa es una cosa buena, pero tememos que las raíces que estimulan el árbol de la violencia contra las mujeres seguirán creciendo.

Pueden endurecerse las leyes. De hecho ha habido avances en el plano legislativo. Las autoridades por igual muestran una mayor sensibilidad, pero es inevitable asumir que la sociedad debe apostar por programas de mayor calado.

No nos atrevemos a reconocer que somos violentos. Que hay violencia generalizada, y una que se fundamenta en una cultura enraizada en los hogares: la fuerza del varón que se transmite de generación en generación.

La violencia contra la mujer pues está en las viviendas, se traslada al patio, en la vecindad, a la escuela… está en la mismidad dominicana. Y penosamente suele ser reproducida por las propias mujeres en roles de madres, de compañeras que aceptan una relación de sumisión para la cual fueron preparadas.

Es loable cualquier iniciativa ante tanta sangre. Pero es importante insistir en que todos aceptemos que los cánones vigentes, objetivos, subjetivos y subliminares que permean nuestras vidas deben ser modificados en un largo proceso de educación.

Sigamos con las campañas, mejoremos las políticas de prevención y acciones coyunturales, los acompañamientos y asistencias, el endurecimiento de las leyes, pero vayamos a las bases en que se fundamenta nuestra sociedad: las familias taladradas por tantos lastres e iniquidades.

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