¿Qué hacer con los accidentes de tránsito? El Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT) anunció una campaña dirigida a promover en la ciudadanía la comprensión de que conducir bajo los efectos del alcohol es de extrema gravedad, ya que un alto porcentaje de los accidentes están vinculados a la ingesta alcohólica. Y la apoyamos, pero estamos ante una epidemia que obliga a insistir en la necesidad de adoptar políticas sistemáticas duras para detener la pérdida de vidas.
El pasado 19 de junio las alarmas se dispararon con un accidente de tránsito en la carretera Duarte, cerca de Bonao, que dejó dos personas muertas y siete heridas, y el miércoles, cuatro personas más perdieron la vida en otro accidente en la carretera Maimón-Cotuí. Y ese mismo día una pareja de esposos y una niñita fallecieron en otro accidente en Santiago.
Avanzamos a gran velocidad en una carrera anual hacia la muerte, y si miramos hacia atrás descubriremos que desde 2003 más de 24 mil personas han muerto en accidentes de tránsito y más de 60 mil resultaron heridas.
Más que en cualquier guerra de baja intensidad, con el agravante de que en vez de disminuir en el tiempo, aumentan. De los 1,592 fallecidos por esta causa en 2003, pasamos a una media que se aproximaba a las 2,000 víctimas fatales, y en 2009 fallecieron 2,126 personas por esta causa. A partir de 2005 los muertos por accidentes no han bajado de más de 1,600 personas cada año. Es como si el país no tuviese política para reducir estos siniestros.
En 2016 aparecíamos como el segundo país a nivel global con las cifras más altas de muertes por accidentes, y penosamente el primero de América Latina.
Por eso es que debemos preguntarnos qué hacer frente a esta calamidad pública. Doloroso por las víctimas fatales, por los heridos que en muchos casos resultan discapacitados, por sus parientes que sufren y por los altos costos para el Estado.
