Solución dialogada

Venezuela vive un momento de máxima tensión que aumenta la preocupación por la suerte de los venezolanos, y singularmente, por la paz y la convivencia.

Venezuela vive un momento de máxima tensión que aumenta la preocupación por la suerte de los venezolanos, y singularmente, por la paz y la convivencia.

A esta hora, a pocos le interesan esas palabras, sino la búsqueda de una solución, aún sea violenta. Cuando el presidente del parlamento venezolano Juan Guaidó se declara “presidente interino” y es reconocido por Estados Unidos, Canadá, Francia, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Ecuador y Costa Rica, e invoca la representación de la República, y al mismo tiempo, Nicolás Maduro se reafirma como presidente, en atención a las elecciones del año pasado, y recibe el respaldo de Rusia, México, Bolivia, Cuba y Uruguay, se piensa en una confrontación que puede derivar en más.

A la grave situación se le agrega un escenario que induce a pensar en el período de la guerra fría, en el cual subyacía un empeño por controlar territorios y pueblos alrededor del mundo.

Sin embargo, la pregunta obligada es: ¿Existe algún espacio que propicie la búsqueda de una salida a la crisis venezolana que no sea necesariamente la confrontación violenta?

Quienes han optado por sacar al presidente Maduro “como sea” quizás estén convencidos de que no hay más camino que la presión, o un procedimiento forzoso, violento.

La realidad de Venezuela es que fuerzas enfrentadas, con determinadas capacidades, pueden desencadenar la violencia extrema como recurso final.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha jugado cautelosamente en esta crisis, y trata de evitar lo peor, pero muchos de sus miembros no andan por ese camino.

La compleja situación indica que de cualquier manera habría que dialogar. Lo lamentable fuese que ese diálogo ocurriera sólo después de un baño de sangre mayor.

Hay que insistir en una solución dialogada.

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