La Asociación Dominicana de Zonas Francas (Adozona), celebra sus 30 años jugando un papel que los dominicanos quizás no hemos sabido dimensionar en pro de las inversiones, la creación de empleos y las exportaciones, en pocas palabras, aumentado la riqueza nacional.

Hubo un momento en que se las tenía a menos: “son un mera fábrica de empleos y aportan poco a la economía interna”. Eso se repitió hasta estimular determinados prejuicios.

A fuerza de iniciativas atrevidas las zonas francas hoy constituyen una sólida plataforma presente en todas las regiones y no sólo produce textiles y confecciones, sino también una importante gama de productos agroindustriales, médicos y farmacéuticos, calzados y sus componentes, envases de cartón, impresos, papelería, productos electrónicos, eléctricos, joyería, tabacos y servicios como los denominados call centers, desde los cuales se apoyan una serie de actividades en el mundo.

Quizás no tengamos mayores desarrollos tecnológicos, porque la fuerza laboral criolla no tiene los entrenamientos para sustentar las actividades de algunos tipos de empresas. Por eso, las capacidades desarrolladas en institutos tecnológicos como el de las Américas (ITLA), el parque cibernético de Santo Domingo (PCSD), o el Community College (ITSC) de San Luis encuentran colocaciones en los parques de zonas francas.

¿Qué ha pasado? Que los dominicanos, y particularmente los economistas y los gobernantes durante tres décadas no se han percatado debidamente que esas “zonas especiales” como las llaman en otros países, incuban prácticas tecnológicas, transfieren conocimientos a la fuerza laboral, crean riquezas exportables que retornaban como divisas.

En una palabra, que las zonas francas son una magnífica oportunidad para un relanzamiento de la República Dominicana como destino de inversiones de alto calado, bajo un clima de seguridad jurídica y ciudadana creíbles.

Se requiere que el sector público revalúe su visión sobre estas empresas y su potencial para la economía, al margen de que actualmente representan el 56% de las exportaciones totales del país, generan 165,724 empleos directos y 300,000 indirectos y contribuyen al PIB con RD$117,080.7 millones, según el corte al 2017, con alta vocación de crecimiento.

La creación de riquezas y empleos es clave para los Estados, por su impacto múltiple en la vida de las personas, y por extensión, en la paz social. Las zonas francas son una oportunidad.

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