Rebuscando entre papeles viejos encontré la crónica anónima de un hecho histórico fundamental: “Nadie podía suponer que la suave paz de aquel país sería puesta en peligro por un gesto mínimo, aparentemente banal, vulgarmente rutinario, sospechosamente intrascendente, que fue cuando un puerco cualquiera dio la señal primera y todos sus congéneres emularon su ejemplo: el puerco torció el rabo. Y entonces todos los puercos torcieron el rabo…”. (Desde entonces ese país devino en algo cómico mundialmente conocido como el país donde siempre un puerco tuerce el rabo y nada es químicamente perfecto).

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