Desde hace semanas se han estado produciendo en Haití violentas protestas, en principio como consecuencia de la indignación de muchos haitianos por quien en funciones encabeza el Ejecutivo es el primer ministro Ariel Henry, permeado con la participación de bandas criminales armadas que capitalizan a su favor la caótica situación para tomar el control del país.

Con más de una decena de muertos, numerosos heridos, embajadas cerradas, diplomáticos que se han ido y otros recluidos en sus embajadas y con miedo a salir, negocios cerrados, paralización del transporte, barricadas, quema de neumáticos y mucho más, el panorama es grave, lo que ha permitido que algunos se aprovechen, ya sea para usar las manifestaciones en favor de sus causas, como la oposición política, o cubrir delitos con el desorden, como los delincuentes que están saqueando muchas de las tiendas, oficinas y locales que están cerrados por la situación.

Combustibles a precios ridículamente altos, falta de transporte, rutas cerradas, desabastecimiento de alimentos, escasez de agua potable, entre otros, están provocando una crisis humanitaria en un Estado que ya era fallido y que ahora es casi inviable, y como su territorio sólo tiene frontera física con nuestro país, no hay duda alguna de qué tal situación constituye una amenaza real y urgente para la seguridad de la República Dominicana.

En lugar de entretenernos con temas de poca importancia como los conflictos internos de los partidos políticos, la chismografía de las redes sociales o un proselitismo a destiempo, debemos estar atentos a lo que está ocurriendo en Haití y apoyar al presidente Luis Abinader en sus reiteradas demandas a la comunidad internacional de que jueguen su rol en este tema, de que asuma la responsabilidad que tantas veces ha enarbolado en discursos y que entienda que no existe una solución dominicana al problema haitiano.

República Dominicana, por su posición geográfica, está llamada a jugar un papel protagónico en esto, pero no se trata de intentar encargarse de problemas que por razones objetivas no tiene la capacidad para resolver, sino de requerir a la comunidad internacional que asuma la responsabilidad que le toca.
También, hay que exigir a las organizaciones y personas que tanto dicen preocuparse por nuestros vecinos que vayan a ayudarlos en su país en este momento crucial en que más los necesitan. El metal se prueba en el fuego. Haití los espera.

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