Hilera de crímenes, asesinatos, asaltos, atracos a mano armada a cualquier hora del día; feminicidios, muertes por parte del sicariato, violencia sin frenos y el tráfico de drogas por doquier.
Ese es el triste panorama que se vive en República Dominicana. Es una realidad que nadie puede negar. Y claro que el presente trabajo no tiene “un sello” -indirecto- con miras a beneficiar a determinadas parcelas políticas y máxime cuando estamos en un candente panorama electoral previo a las elecciones presidenciales del 2024.
Entre las víctimas fatales, producto del auge delincuencial que ataca al país y registradas recientemente, figura la pareja de esposos -encontrada muerta en su residencia ubicada en la comunidad Vista Alegre, del distrito municipal La Otra Banda, del municipio en Higüey- formada por Luis Miguel Jáquez Rodríguez, de 32 años y Elizabeth Almarante Pacheco, de 24 años.
También la trágica muerte, cometida por un agente de la Policía, del niño (de 11 años) Donelly Martínez que se encontraba junto a su padre disfrutando del carnaval de Santiago.
Otra muerte violenta contra la adolescente Esmeralda Richiez (de apenas 16 años) atribuida al señor John Kelly Martínez, maestro de escuela pública.
El pasado martes una joven de 26 años (Reimy Maciel Camilo Abreu), hija del veterano periodista puertoplateño Enrique Vargas, fue asesinada por un hombre que había sido su pareja sentimental.
Los dominicanos, por más pacientes que seamos, no podemos seguir acogotados por la delincuencia y sus malvados protagonistas. El Gobierno central, a través de sus órganos que más puedan funcionar, tiene -ya- que aplicar políticas prácticas, eficientes y que puedan ocasionar positivos resultados que favorezcan a toda la indefensa población.
Las quejas de los ciudadanos -a todas horas y por doquier- para que las autoridades frenen a los delincuentes, al sicariato, a los criminales y al narcotráfico organizado, están a la orden del día.
Los medios de comunicación, en especial noticiarios de televisión, siempre tienen como noticias principales y en todas sus ediciones; los crímenes, atracos, homicidios y asesinatos que ocurren sin parar en barrios del territorio nacional.
¿Cuándo nuestra atropellada sociedad podrá tener un estatus con la buscada tranquilidad que les permita a todos sus habitantes vivir en santa paz?
Es el Gobierno el que debe dar la respuesta que, precisamente, esperan todos los segmentos del país.
Si nuestra sociedad logra concretar la anhelada tranquilidad, sin crímenes, sin asesinatos de mujeres, niños y gente indefensa, será el Gobierno central el que se “alzará” con el trofeo de la paz.
¡Con la paz que todos reclamamos!