El diplomático debe estar siempre bien informado de lo que sucede en el país donde está acreditado, y en el propio, pues la diplomacia es una profesión cuyo objetivo es representar y velar por los intereses del Estado que lo envía.

En el mundo de hoy en el que los países y sus ciudadanos están en continuo contacto e intercambio, la diplomacia se ha transformado en una profesión clave para establecer relaciones adecuadamente.

Cuando de alguien se dice que es muy diplomático, ya se está sobreentendido que algo oculta o disfraza. Solo un embajador profesional e idóneo puede inteligentemente darse cuenta de lo que acontece donde está acreditado, y en las agencias gubernamentales, donde se deciden medidas administrativas que pueden implicar un importante beneficio o una pérdida momentánea. Esas cosas, así como el contacto cotidiano con la prensa y el medio local, no se logra desde un escritorio, se lleva a cabo con la presencia cotidiana, con el contacto serio y con las cualidades personales, y en especial con la iniciativa y colaboración de los demás diplomáticos en la embajada, de trabajar en equipo y asignándoles tarea a todos.

A los diplomáticos se les atribuye el estilo de actuación al que hemos aludido al principio. Además, ha de tener sólidos conocimientos y buenas maneras. Como dice Beladiez cito: “De todas las disciplinas catalogadas por las universidades, la que mejor debe conocer un diplomático es el Derecho Internacional; de las no catalogadas, la que más a fondo debe dominar es la buena educación”.

Es de ahí que cuando hablamos de diplomacia pensamos que es dar la razón a todos para mantener la balanza equilibrada en las relaciones sociales. El diplomático no sé si nace o se hace a la fuerza de mantener una estética, como suele ocurrir en muchas ocasiones, pero sin romper el protocolo que exige para cada situación.

De manera coloquial, los diplomáticos suelen dar la impresión de que no toman partido. Son las ideas de sus gobiernos las que deben defender, partiendo de la base de que cada uno tiene razón; para eso se necesita calma y conservar la moderación, mientras dure el diálogo.

Los diplomáticos son servidores públicos que representan lo que los médicos son a la medicina. Y hoy día la importancia de este ejercicio es una labor esencial en el progreso de todo país. Negociar, representar, proteger e informar a sus nacionales y fomentar las relaciones de amistad, son las principales labores o funciones de un diplomático. Y dentro de todos los oficios que uno se puede imaginar sobre la tierra, es aquel que, menos que ningún otro, puede permitirse mentir, al menos si quiere ser un buen diplomático.

Para concluir ese diplomático al cual me he referido en mi entrega de hoy tiene que saber buscar las oportunidades, y convertirse en un buen vendedor y mejor comprador de ellas. Los gobiernos pasan y las naciones quedan.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas