Aveces, en medio del ruido cotidiano, olvidamos que dentro de nosotros late algo más que rutinas, obligaciones o metas impuestas; existe una chispa silenciosa, una imagen persistente que vuelve una y otra vez a nuestra mente, como una canción que se niega a desaparecer: Es ese sueño. No un capricho ni una meta superficial, sino una visión profunda que se siente más como un llamado que como una ambición.

Recuerdo momentos en los que sentía que caminaba sin rumbo, cumplía con lo que se esperaba, pero sin una dirección clara. Hasta que, con honestidad, me atreví a mirar hacia dentro. Fue entonces cuando comprendí que lo que me movía, lo que realmente me daba energía, no era el éxito entendido desde afuera, sino ese sueño que había guardado desde siempre y que, por miedo o por pragmatismo, había dejado de lado.

Tener un sueño genuino es un acto de rebeldía en un mundo que a menudo premia la conformidad. Pero también es un regalo. Es nuestra brújula. Nos da dirección cuando la vida se nubla, nos obliga a elegir lo que importa y, quizás lo más importante, nos conecta con lo mejor que tenemos para ofrecer.

Un sueño no necesita ser grandioso a los ojos del mundo. Puede ser íntimo, silencioso, incluso secreto. Lo que importa es lo que despierta en ti. Porque ese sueño tiene el poder de darte sentido, de amplificar tu potencial, de enseñarte a priorizar y de anunciar, en susurros, el futuro que podrías construir si te atreves.

Me conmueve profundamente la frase de Oliver Wendell Holmes: “Lo grande de este mundo no es tanto dónde estamos, sino en qué dirección nos movemos.” Qué libertad nos ofrece eso.

Saber que no importa cuán lejos parezca estar la meta, mientras avancemos hacia ella, ya estamos honrándola. Y que incluso si hemos tropezado, si hemos perdido tiempo o nos hemos desviado, el futuro sigue intacto, esperando que decidamos caminar hacia él.

Ese futuro empieza con una decisión. No basta con soñar. Hay que moverse. Hay que hacer espacio, elegir con intención, abrazar la incomodidad del cambio. Pero lo hermoso es que cada paso, por más pequeño que parezca, reafirma que estás en el camino correcto. Que estás viviendo con propósito.

Hoy, te invito a recordar tu sueño. A rescatarlo si lo habías olvidado. A escucharlo si apenas empieza a manifestarse. Pero, sobre todo, a actuar. Porque cuando el sueño y la acción se encuentran, nace algo poderoso: una vida con sentido.

Atrévete. No a soñar en abstracto, sino a construir, a sembrar, a moverte. Porque ese sueño tuyo, único e irrepetible, no vino a visitarte por casualidad.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas