En febrero del 2012, el presidente de Alemania, Christian Wulff, debió renunciar al cargo luego de que la Fiscalía pidiera al Parlamento que le despojara de su inmunidad para investigarlo sobre un caso de soborno. Wulff había incurrido años atrás en el error de aceptar el pago de vacaciones de un fin de semana de un amigo favorecido con varios contratos mientras ejercía la presidencia de Baja Sajonia. Dos años después la sentencia del tribunal que lo juzgó evitó que fuera a la cárcel.

En 1988, mientras corría por la candidatura del Partido Demócrata, el después vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, se vio precisado a abandonar el esfuerzo mientras lideraba las encuestas para evitar un escándalo después que se publicara que había copiado parte de un discurso del líder liberal Neil Kinnock. Su decisión evitó que se le acusara de plagio y el caso se ventilara en la justicia. El asunto fue recreado en los medios años después cuando Biden, actual mandatario de Estados Unidos, fue escogido por Obama como su vicepresidente.

El tratamiento mediático en el país de casos similares o parecidos, con la honrosa excepción de algunos diarios digitales, demuestra los tabúes que se impone a sí mismo la prensa nacional y el miedo que la inhibe. La falta de indagación y el temor a ser objeto de acciones judiciales no ayuda a impulsar un sistema de contrapeso o vigilancia mediática a favor del adecentamiento de la vida pública nacional. Y esa realidad constituye un valladar impenetrable enla lucha contra la corrupción administrativa, que los órganos responsables de garantizarla la destruyen violando principios esenciales del buen derecho en la persecución de todo esfuerzo para combatirla y vencerla.

A causa de ello, la victoria contra la corrupción continúa siendo en el país una ilusión que tiende a apagarse en la medida en que envejece.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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