Continuando con las notas al texto de Juan Luis Cebrián, (El tamaño del elefante, Alianza Editorial, S. A., 1987, 130 p.), sobre la realidad española hace más de tres décadas y que en muchos aspectos resulta un fino ejercicio de prospectiva sobre la llamada “Madre Patria”, este afirma como una de las reformas pendientes para impulsar el desarrollo del Estado español, lo que llama la “reforma administrativa en gran escala”.

Afirma que en España la burocracia ha sido un timo, un robo. Con un gigantismo que no compagina con sus mediocres resultados y, citando al escritor catalán Josep Plá, en un texto de 1921, sentencia “sobre los males de la burocracia (que) el hombre que se encarase con el problema y lo resolviese sería el estadista más grande que habría tenido nunca España” (p. 17).

Cebrián considera nocivo el enorme peso de la administración (burocracia) española sobre la sociedad civil, argumentando que “durante siglos, esa imagen venía basamentada o reforzada por la presencia de las Fuerzas Armadas y el manto protector de la Iglesia. Hoy puede decirse que, eliminado el Ejército del protagonismo de la vida política y apartada la Iglesia de similares menesteres, la administración pública ha absorbido aún mayor cúmulo de representaciones y mitificaciones del valor del Estado” (p. 17).

Para el destacado periodista español se necesitaba una reforma que atacara lo que el denomina “el maridaje permanente entre sectores de intereses privados y los cuerpos administrativos de élite maridaje que había generado un modelo de crecimiento económico concreto, calificado de desarrollismo y caracterizado por la patrimonialización del Tesoro Público en beneficio exclusivo de unos pocos” (p.17). Y cuestiona que tras la llegada los socialistas al poder, con Felipe González a la cabeza, con la promesa de encabezar una “reforma administrativa en gran escala”, que movilizara y modernizara una estructuras “desgastadas por la sumisión a los dictados del Generalísimo” que hacía padecer a la administración “de una endeblez preocupante para el mantenimiento de la integridad soberana y el prestigio del país”; estos más bien se dedicaran “a una tarea de reforzamiento del aparato tecnocrático estatal”, y aunque hubo intentos de renovación del aparato administrativo, como con las leyes (de Incompatibilidades y de Reforma de la Función Pública), “el poderío y presencia de los cuerpos de élite de la Administración en el panorama político siguen siendo abrumadores”, situación que influencio negativamente en la fortaleza electoral del PSOE.

La visión de Cebrián no es del todo pesimista, pues acepta que los gobiernos socialistas lograron “avances positivos en algunos campos, y mejora de la eficacia o limitación de la ineficacia en otros”, sin embargo asegura que esto se ha producido dentro de un proceso de fortalecimiento de la burocracia española, donde “la amenaza de su peso (burocracia) sobre la ciudadanía se ha visto multiplicada por la acumulación de burocracias autonómicas” (p. 19). Aquí termina la crítica a la burocracia española de ayer y de hoy.

Otro de los apartados del texto, titulado: Los problemas de la representación (p. 23-26), merecen una Pincelada propia.

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