La Justicia (con mayúsculas), es uno de los tres pilares que sostienen la sociedad dominicana como conglomerado y al propio Estado, que tiene entre sus valores fundamentales: el respeto, la equidad, la igualdad y la libertad. No hay que ser abogado para entender que quienes la administran, los jueces, deben hacerlo basados en esquemas simbolizados a su vez por la figura que la representa: La Dama de la Justicia. De la mitología romana, como diosa, que sostiene una balanza que compara evidencias por su peso; una espada que indica poder, sobre todo, así como la preeminencia de la propia Justicia; y una venda que muestra que funciona “ciega”, sin importar quién está frente a ella. Puro simbolismo que no refleja una realidad de la Justicia dominicana: El Miedo. Miedo “a perder la visa”, porque algunos funcionarios de los Estados Unidos se sienten y actúan por encima del Poder Judicial dominicano y condicionan actuaciones, con esa brutal sutileza que desacredita. A perder el “sueldo”, miedo al poder mediático, a la opinión de fenómenos que manipulan el criterio público y a la del público con morbo a satisfacer. Miedo a poderes escondidos que manejan hilos del Derecho, como si fuéramos marionetas que entretienen su torcida voluntad. Jueces contaminados con el proceso mismo, que debieran sustraerse de él, pero que por esos miedos no lo hacen, alejándose de la equidad que debe primar en sus actuaciones. Abandonado el principio de que “más vale un culpable suelto que un inocente encarcelado”, lo suplanta el, “no me complico y condeno para que “otro” resuelva”. Decía, mi eternamente admirado César Estrella Sahdalá, que, en la inducción de jueces penales, debía incluirse el que permanecieran en las más críticas condiciones, dentro de una cárcel dominicana, para que entendieran hacia donde envían un ser humano a envilecerse y denigrase. Hemos permitido, quizás con el silencio cómplice de la sociedad toda, que la Justicia se haya convertido en una caricatura de sí misma y que la mayoría de la población, desconfíe de sus decisiones. Los abogados litigantes de larga data, convertidos en bufones de una tragicomedia, se sorprenden de actuaciones de jueces de nuevo cuño, que crean enormes dudas con la dicotomía entre principios universales del Derecho y la práctica dominicana de ese mismo Derecho, diferenciada por regiones judiciales, con actuaciones sui generis. ¿Puede impartirse verdadera justicia si el peso del caso condiciona actuaciones? La medida de coerción de prisión preventiva (existen 6 más) ¿es la excepción o la regla? ¿Es condena previa, contra el principio de que el inculpado es inocente, hasta probar lo contrario o es una medida para asegurar que esté presente en el proceso? ¿Por qué a unos sí y a otros no, se les aceptan garantías a las que el Ministerio Público puede inscribir hipotecas? La única respuesta que cabe es: por el “mieo parío”, de los llamados a aplicarla.