Recuerdo cuando inicié mis estudios que un profesor nos dijo a un reducido grupo de estudiantes que las universidades deberían enseñar al hombre a ser libre y a pensar por cuenta propia. En nuestro país no es extraño que ante una situación determinada, un grupo de instituciones o movimientos como se le quiera llamar ‘coincida’ casi automáticamente con la posición de un partido determinado.
Y es que la capacidad de ampliar las posiciones de un determinado partido, encubierta en organizaciones de la llamada sociedad civil, puede tener un efecto extraordinario sobre la creación de la opinión pública. En esos tiempos de estudiantes las organizaciones políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) dependían y dependen todas de un determinado partido político, cuya dirección les traza líneas, al igual que a los sindicatos del país. Y lo mejor sería nos seguía diciendo el profesor que la clave de una sociedad civilizada reside en una ciudadanía que asuma responsabilidades y no espere de políticos y partidos, que le solucionen los problemas, sino que sepa deliberar sobre ellos y sumarse a la búsqueda de salidas.

El término sociedad civil como concepto de la ciencia social, designa a la diversidad de personas que con categoría de ciudadanos y generalmente de manera colectiva, actúan para tomar decisiones en el ámbito público que consideran a todo individuo que se halla fuera de las estructuras gubernamentales.

Y en su aceptación más amplia, tiene cinco componentes institucionales, un tejido social de asociaciones, mercados económicos, y unas normas generales y una autoridad pública limitada. En otras palabras, un conjunto de entidades, tales como sindicatos, organizaciones no gubernamentales, barriales y campesinas, en fin, decir todo lo que no es militar, político partidista, o pertenece al gobierno. En demasiadas ocasiones he oído decir que el ciudadano cree que su función como tal empieza y termina con el voto. Y no es así debe ser una labor constante, puesto que el resultado en las urnas no es el único criterio para medir la legitimidad democrática. En países como Estados Unidos de América, que ya ha vivido más de doscientos años de democracia, hay ciclos en los que el ciudadano se interesa más por sus asuntos propios que por los colectivos.

Aquí en República Dominicana hay una masa crítica de ciudadanos con capacidad de reflexión, que se sienten concernidos por lo que sucede. La vida sin ideas sin valores es imposible, sin embargo nadie debe estar convencido de que cualquier problema se resuelve a través de un desorden, una huelga o rueda de prensa para llamar la atención. Es más recomendable pensar y reflexionar. En conclusión el mundo de hoy es el de las concertaciones de ideas, de la búsqueda de soluciones consensuales. Es un deber de todos los ciudadanos, de la sociedad civil, contribuir. La democracia debe ser una responsabilidad de todos.

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