Las comisiones de alianza de la FP y el PLD llevan muy avanzadas las negociaciones para un acuerdo electoral para las elecciones de 2024. El gran mediador para que ese acuerdo sea casi una realidad, ha sido el presidente del PRD, Miguel Vargas.

El PLD y la FP llegan a este punto de entendimiento luego de varias semanas de declaraciones públicas de los dirigentes del partido morado en contra de un acuerdo, especialmente el candidato presidencial, Abel Martínez y el secretario general, Charlie Mariotti.

Lo que ha sorprendido es que en las últimas semanas, dos de las figuras que más se oponían a la alianza en el PLD, Mariotti y Temo Montás, hagan declaraciones públicas que favorecen el acuerdo.

Los dirigentes de la FP deben entender la dimensión de su realidad electoral, son la segunda fuerza política, una realidad que ya nadie discute. Llegar a esa posición les ha costado sudar la gota gorda, por lo que no deben retroceder por una decisión errada.

Los errores en política se pagan caros. Por ejemplo, el PLD subestimó primero a Leonel y luego a Luis en 2020, y perdió el poder. En las internas del PRD en 2011, el error de Miguel fue permitir un padrón semiabierto. Le costó la presidencia de la República.

La FP en 2020 cometió el error de postular candidatos en la boleta del PLD, parte de las causas de la baja votación que obtuvo. Eso provocó que tuviera que exponerse para defender su calidad de partido mayoritario, tema de gran valor político y económico.

La alianza para febrero de la FP con el PLD no debe servir, bajo ninguna circunstancia, para fortalecer el relato de una batalla por la segunda posición, pues ese es el peor escenario para el partido verde. El gran Santo Domingo es la mayor fortaleza electoral de los verdes, un voto de opinión, con impacto nacional. De febrero, lo que incidirá más en mayo, no es el número de alcaldes que se obtenga, es la cantidad de votos que saque cada uno.

A la FP no le conviene una alianza con el PLD en el Gran Santo Domingo. No debe subestimarlo, no hay adversario pequeño ni muertos políticos. Sobreestimarse siempre es malo en política. Hay riesgos innecesarios, más si no representan ganancia, en ningún cálculo, al objetivo central.

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