Las investigaciones sobre el magnicidio del presidente Jovenel Moïse de Haití no terminan de sorprender. El antiguo senador John Joe Joseph fue arrestado en Jamaica y extraditado a los Estados Unidos. Un hombre de negocios fue arrestado en Turquía, cuando hizo escala con destino a Jordania. El sr. Roger Jaar fue arrestado en la República Dominicana, luego de evadir el arresto durante seis meses. Al sr. Jaar se le ha llamado la “oveja negra” de una de las más prominentes familias de Haití, pues está ligado a actividades del narcotráfico. La lista de los involucrados es larga e involucra a miembros de la élite de Haití, lo que llama la atención. De acuerdo al New York Times, el sr. Moïse había sido seleccionado como sucesor del Presidente Martelly, debido al mandato constitucional que impedía la re-elección inmediata al antiguo presidente. Siendo así, Moïse fue escogido por su aparente docilidad, en lo que sería una solución temporal, por parte del grupo que controla los hilos del poder en el vecino país. Las cosas comenzaron a dislocarse cuando el actuante presidente intentó zafarse del grupo que lo había colocado en la Presidencia, cuyas comunicaciones con él, en ocasiones, resultaban desconsideradas. El intento de independencia del presidente le costó la vida. Pero detrás del magnicidio habían asuntos más graves: el control del lucrativo tráfico de drogas, donde Haití juega un importante rol de puente.

Estos hechos tienen gran importancia para la República Dominicana, por lo que no deben ser trivializados y, mucho menos ignorados. Haití es uno de los países más pobres del mundo, cuyos índices de desarrollo humanos son los peores de toda América Latina. La poca instrucción de la mayoría de la población las hace propensas a la manipulación y control. En este escenario social surgen elites gobernantes que pueden resultar totalmente destructivas para sociedades como la haitiana, pues lejos de intentar elevarla, explotaran sus fragilidades y carencias en beneficio propio. Esto así, pues el triste episodio de la muerte del presidente deja al desnudo la existencia de un grupo de poder que no tiene escrúpulos para actuar transgrediendo reglas y normas. Si la generalizada pobreza de nuestros vecinos ya nos representa un problema, no debemos albergar muchas esperanzas de que los grupos de poder alivien este problema, por el contrario podrían agudizarlo y derramarse aún más hacia nuestro lado. Ante este panorama, insistimos que nuestra política debe ser una combinación de contención y, hasta donde sea posible, apoyo humanitario. Un elemento esencial de una política de contención es la construcción del muro fronterizo. El muro no nos debe impedir que desarrollemos una agenda de políticas de corte humanitario dentro de Haití.

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