La diplomacia es el brazo ejecutor de la política de un Estado en el ámbito internacional. Al incorporase nuevos actores extras la diplomacia ha mantenido sus funciones esenciales de representar, negociar, proteger, e informar.
Esta última ha tenido mayor interés en los últimos años por la necesidad de información política, económica, estratégica y particularmente tecnológica, dado que los líderes de las tecnologías, ejercen influencia planetaria. Los Estados actualizan sus cancillerías y nombran embajadores tecnológicos en una carrera contra el tiempo para evitar un déficit diplomático.

Y quien ha dado el primer paso es un pequeño y próspero país: Dinamarca. Según nos informa Adán Satariano del New York Times. Copenhague ya tiene un embajador frente a la industria tecnológica; dispone de representaciones en Silicón Valley (California, EE.UU), en la propia capital dinamarquesa y en Beijín (China).

Casper Klynge, un diplomático de carrera de Dinamarca, ha trabajado en los lugares más turbulentos del mundo, sin embargo ha señalado que quizás el trabajo más difícil que se le ha asignado sea el que tiene ahora como el primer embajador extranjero para la industria tecnológica. En el 2017 Dinamarca se convirtió en crear formalmente un cargo diplomático para representar sus intereses ante empresas como Facebook y Google.

Sin duda, el internet, las redes sociales y la tecnología han introducido nuevas dimensiones a la diplomacia y estos cambios no solo han presentado nuevas oportunidades, sino también una serie de desafíos.

Por eso República Dominicana más que una Twitplomacia cuenta con una TechPlomacia, un concepto que eleva la tecnología y la digitalización a una prioridad transversal de política exterior y de seguridad. Su relevancia recae en la creciente influencia de las compañías tecnológicas como Google o Amazon, que se han expandido para igualar o incluso superar la de muchos estados nacionales.

Más que tuitear, esto implica establecer mecanismos de cooperación en materia de tecnologías y usarlas como herramientas de comunicación de diplomacia digital. Y es que el internet, ha permitido continuar con la interacción entre los agentes de las relaciones internacionales como el más importante aliado para generar vínculos en la red.

Nos encontramos ante una nueva normalidad diplomática, con implicaciones sistemáticas ya que la pandemia ha obligado a una reingeniería de la formación y de la gestión de los diplomáticos en sus vertientes bilateral y multilateral.

No obstante, la diplomacia está cambiando y los actores también. Y esto siembra cuestionamiento a los métodos que la diplomacia internacional ha reforzado durante los últimos treinta años.

Estamos ante una aceleración del tiempo histórico. No se trata de caer en el determinismo tecnológico ni embobarse, sino de valorar cómo las tecnologías están contribuyendo a que los países y ciudadanos salten etapas de desarrollo científico y empresarial. En otras palabras, países que no cubren las necesidades básicas podrían tener cubierto el acceso a las redes con o sin intermediarios.

Para concluir por hoy, la TechPlomacia se basa en la idea de cómo la inteligencia artificial trasciende las fronteras con una velocidad sin precedentes y debe ser incorporada al ejercicio de los objetivos de la política exterior.

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