Llamé a la institución financiera porque me percaté que en el balance de mi tarjeta de crédito no habían acreditado un reverso de una promoción como habían prometido.

Después de pedirme varios documentos y hacerme preguntas, que dicho sea de paso en los papeles estaban aclaradas, revisaron en su sistema, hicieron llamadas y luego me dijeron:

“Tiene razón, me acaban de informar que esa acreditación ha sido prorrogada porque la Semana Santa estuvo en el medio”.

Para mis lectores, explico: La promoción decía que hacían un descuento si uno consumía en lugares específicos antes del 28 de febrero. Se nos acreditaría 25 días después de finalizada la oferta.

El corte de mi tarjeta fue casi en la mitad de abril. Habían pasado más de 40 días, y la excusa, que no llegó a ser disculpa, fue que la Semana Mayor se metió en el medio. Pero no nos quedemos ahí.

¿Las personas que aprobaron esa promoción no sabían que en este año había Semana Santa? De haberlo sabido imagino que hubiesen puesto un par de días más para hacer el reverso del dinero. ¿O no?

También me permito imaginar que ellos ya tenían planes para ese tiempo de regocijo… ¿o en lo privado también les tomó de sorpresa y al viernes estaban solos en la empresa preguntándose la razón por la que nadie había ido a trabajar?

Los imprevistos en nuestras vidas casi siempre son previsibles. Lo que casi nunca ocurre es que sepamos el día que sucederán.

Tanto en las consultorías de manejo de la productividad, como en las de finanzas personales, escucho excusas de por qué no han logrado algo. Siempre aparecen esos imprevistos. Pero como a la institución financiera en cuestión, solo les faltó planificar.

Hay cosas que sucederán, no sabemos cuándo ni el tamaño, para eso hay que guardar. Si hago una agenda repleta, cualquier llamada telefónica o visita de un cliente exterminaría mi productividad. ¿Puedes planificar tu día de mañana dejando tiempo para lo que no sabes cuándo llegará?

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