Las recientes pasadas elecciones, además de actualizar unas serie de falencias políticas-electorales que se creían superadas -compraventas de votos, uso y abuso de los presupuestos públicos, trasiegos-transfuguismo o cambios de simpatías políticas tras puestos públicos, entre otros en crescendo (narcopolítica)-, perfiló los nuevos liderazgos en ciernes: Ariel Jiménez, Omar Fernández, Zoraima Cuello, El Cobrador -Roque Espaillat- y otros.
Negar lo anterior es como decir o sostener algo que ya era latente: crisis o desfase de los liderazgos tradicionales, crisis de los partidos o que no es cuestión de caras nuevas sino dizque de ideas o que ochocuartos, cuando todos sabemos que es impostergable un relevo político-generacional que ya nadie lo detiene y que se impondrá, cueste lo costare, porque obedece a la dialéctica y a la sociología evolutiva o dinámica de las sociedades. De modo que, sea por caritas o ideas, ya nada detendrá el declive-cierre del liderazgos político-generacional que relevó -1996-2020- a Balaguer, Bosch y Peña-Gómez.
En consecuencia, la permanencia de algunos de ellos en el panorama político de cara a 2028 será a costa de retrotraer el avance de los nuevos liderazgos, y especialmente de uno, pues los herederos políticos -no ideológico-doctrinario- de la escuela política de Bosch tendrán que unificarse para enfrentar a dos polos opuestos por el poder: un outsider -El Cobrador- y el oligárquico que encarna el actual presidente. En el caso de El Cobrador, y hay que subrayarlo, necesitará mayores ajustes sociopolíticos pues tendrá que trabajar, con ahínco y sin descanso, en la construcción de un movimiento cívico-ciudadano anti-partidos; y hacer borrar (marketing político), tajantemente, la efímera sombra-compañía de Ramfis Trujillo. En caso de que pueda lograr esto último y el boschismo, de nuevo cuño PLD-FP, se unficaran, conformarán la competencia al bloque oligárquico-hegemónico que actualmente gobierna.
Otra lectura de lo que se perfila será un ejercicio fútil o vano, pues la posibilidad de un outsider ya es una realidad y si el boschismo no se unifica, será otra. Sin embargo, para este último caso será sine qua non la unificación en una sola sigla o unas nuevas; pero si no sucediese, y si El Cobrador se avispa, el liderazgo de raíz boschista no será opción de poder y quedarán truncados.
Por ello, y por más que se discuta en el PLD, de cara a lo impostergable o 2028, se impondrá el principio -ajedrecístico-universal- del genio-inmortal José Raúl Capablanca (cubano, campeón mundial de ajedrez 1921-1927): las victorias no se analizan sino “las derrotas”. Toca al PLD, pues, no escurrir el bulto o simplemente querer pasar la página -se impone la evaluación y el Congreso, también, a menos que Danilo Medina y Charlie Mariotti estén equivocados-. Y no lo creemos. No es cuestión pues, de tirarse los trapos o de ajustar malquerencias internas, sino de ir tras lo que Capablanca estableció. “Comprende”, como decía Juan Bosch.