Hace unos días viví una experiencia emocionante: por primera vez en mi vida, me monté en un motor en la capital. Iba con la querida María Angélica Ureña, porque estábamos grabando uno de los videos de la campaña Bastón Blanco. Lo pueden ver aquí.
Decidimos hacer ese recorrido porque es muy similar al que hacía Libel Ciprián, una de nuestras estudiantes, cada vez que iba de su casa en la Bolívar a Banreservas, donde era pasante. Libel nos decía que su rutina empezaba muy temprano, tomando un motor para movilizarse, porque ese era el medio más fácil. Ella es uno de los más de siete millones de pasajeros que utilizan los motores como transporte público en el Gran Santo Domingo.
Lo primero que me impactó fue que aunque los motoristas que iban con nosotras llevaban sus cascos, ni a ella ni a mí nos entregaron uno. Fue entonces cuando comprendí que, en un transporte que ya es peligroso de por sí, el pasajero tiene una capa adicional de vulnerabilidad. Eso da grima, si consideramos que aquí las motocicletas movilizan a un porcentaje muy elevado de la población.
Y el casco es sólo una de las aristas de la larga lista de determinantes que han hecho que entre 2020 y 2023, se registraran 7,354 muertes a causa de accidentes de tránsito, una cifra que supera las 4,384 muertes por COVID-19 en ese mismo periodo. Esto significa que las calles de nuestro país representan un peligro mayor que el que el coronavirus representó en el peor momento de la pandemia.
Solo en 2023, las muertes por accidentes de tránsito fueron 1,949, un 8.6% más que en 2022. Llama a la atención el hecho de que el 58.3% de los fallecimientos en accidentes de tránsito del 2023 ocurrieron debido a choques, lo que realza el grado de violencia vial con el que conducimos en las calles.
El parque vehicular de la República Dominicana es otro factor alarmante. En enero de este año, se contabilizaban 5,838,510 vehículos, de los cuales 3,298,697 eran motocicletas. Esto representa un 56.5% del total. Además, en los últimos 10 años, el número de motocicletas ha crecido un 82.9%, al pasar de 1,803,328 unidades en 2014 a 3,298,697 en 2024.
Dicho en términos más simples: la población vehicular crece mucho más rápido que la cantidad de personas. Pareciera que quienes se reproducen son las máquinas y no las parejas.
Esta proliferación ha convertido a las motocicletas en el medio de transporte más utilizado en el país, y esto no solo por motivos de movilidad, sino también por su bajo costo en comparación con otros vehículos.
Siete de cada 10 accidentes de tránsito en la República Dominicana involucran motocicletas. Solo en 2022 fueron 1,670 las personas que perdieron la vida en accidentes de tránsito mientras viajaban en estos vehículos. Tres de cada 10 motocicletas en el país son utilizadas como medio de transporte público, lo que expone a millones de personas a un riesgo constante debido a la falta de medidas de seguridad adecuadas, como el uso de cascos, la fiscalización de las condiciones de los vehículos y la educación vial.
El impacto económico de los accidentes de tránsito es significativo. Se estima que los costos asociados equivalen al 2.2% del Producto Interno Bruto (PIB), una cifra que supera el presupuesto anual de varios ministerios. Estos incluyen gastos médicos, pérdida de productividad y daños materiales, además del impacto emocional y social que dejan los accidentes en las familias afectadas.
A pesar de los esfuerzos realizados por las autoridades para mitigar esta situación, los desafíos siguen siendo enormes. En 2023, el país implementó nuevas estrategias de control, como el sistema de fotomultas y el Centro de Gestión y Control de Tráfico, con el objetivo de mejorar la vigilancia y reducir el número de accidentes. Sin embargo, aún queda mucho por hacer en términos de concienciación, infraestructura y aplicación de las normativas.
Como país seguimos teniendo desafíos importantes en materia de seguridad vial. Siempre que hablo de accesibilidad, lo hago explicando que no es poner más rampas o señalética brillante. La accesibilidad tiene que ver con la garantía que tenemos todos los ciudadanos y ciudadanas de acceder a bienes y servicios, incluyendo la movilidad, de manera segura, digna y confiable.
María Angélica y yo, utilizamos este transporte como una dinámica. Luego volvimos a nuestros medios habituales de movilidad. Pero el grueso de la población dominicana carece de esa posibilidad.
En los próximos días, seguiré contándoles otras historias sobre nuestras ciudades. Es mucho lo que hemos visto y vivido con Bastón Blanco.